El Salvador de sus vidas.
Juan Pablo I (Fundación Las Rosas) un lugar lleno de personalidades perdidas, sin embargo, existió una que a pesar de la adversidad, le dio vida al lugar.
La Fundación.
En uno de los hogares llamado “Juan Pablo I”, ubicado en Independencia, Santiago, el cual alberga alrededor de 80 personas de la tercera edad, donde cada uno de ellos cuenta con una personalidad distinta: algunos son alegres, otros gruñones, a veces tranquilos, introvertidos o extrovertidos, etc. Cada cual con su característica. Paula (33) una de las voluntarias a cargo de los ancianos, comenta que: “Es complicado cuidar abuelitos, pero si tienes vocación, nada es complicado, sobre todo si conoces a estos viejitos tan amorosos…” Todos los funcionarios del lugar emanan una felicidad impensable de estos lugares, pero que realmente existe. Tras una larga conversación con Paula habló de una historia conmovedora, “Don Salvador marcó un hito en este lugar, el más particular de todos, quien le dio vida al establecimiento, independiente de todo que tuvo que vivir” contó la mujer.
Salvador: su larga y difícil vida.
Llegó muy pequeño del sur a trabajar a Santiago. Proveniente de una familia pobre, de campo, con los recursos justos para poder subsistir. Se vino en busca de una oportunidad principalmente para él, hasta que conoció a Lucía, su mujer, que lo acompañó cerca de 50 años por el largo y difícil camino de la vida. “cuando él hablaba de su mujer, sus ojos brillaban tanto, como si aun estuviera a su lado, siempre que se refería a ella lo hacía como si estuviera viva”, cuenta Paula conmovida. Con Lucía tuvo 5 hijos, a quienes adoraba como la mayoría de los padres lo hace. “don Salvador, era un hombre que daba la vida por su familia, siempre se sacrificó por entregarles lo que más pudo por lo que nos contaba él”, dice la mujer. Vivían en una humilde casa en Estación Central, la mujer una dueña de casa, encargada únicamente de velar por sus hijos y marido, era muy buena y por sobre todas las cosas entregada por su familia Sin duda ellos se amaban como pocas parejas de hoy día. Sin embargo, la falta de recursos para poder costear una mejor calidad de vida, llevó a uno de sus hijos a enfermar gravemente que a los 7 años de edad falleció a causa de una fuerte neumonía. La adversidad no los venció y siguieron luchando por sacar adelante a su familia. Paulatinamente, sus hijos fueron enfermando uno a uno, quedando solo dos de ellos con vida.
Al crecer los hijos de Salvador, hicieron su vida normal, cada uno de ellos se casó sin embargo, ninguno de ellos tuvo hijos.
Sinceramente a veces el destino depara cosas que consideramos injustas, pero hay que tener la suficiente fortaleza para seguir adelante. Fortaleza que Salvador nunca abandonó según el testimonio de Paula.
Un día de invierno, el mayor de sus hijos fue de viaje al sur, y camino por la carretera sufrió un accidente el cual le costó la vida. Inexplicablemente pocos años mas tarde, el otro hijo, falleció de una extraña enfermedad. Salvador y Lucia, devastados por la suerte corrida por sus hijos, siguieron adelante, queriéndose el uno al otro día a día.
Un día nublado, Salvador se despertó y encontró a su esposa tirada en el piso de la cocina, corrió hacia ella la tomó en sus brazo, cogió un taxi y la llevó a la posta más cercana, pero ya era demasiado tarde, al llegar a dicho lugar ya la había perdido.
Desgraciado, se autodenominaba él, pero jamás perdió las ganas de vivir. Al verse solo, recurrió a fundación las rosas, para tener un nuevo motivo por el cual despertar. Al llegar, fue recibido de una forma increíble, tan increíble como lo describen sus amigos, quien al poco tiempo de compartir con los mismos abuelitos se convirtió en líder y le dio vida al lugar. Don Pepe, su amigo más cercano de 75 años dice “él Salvador era muy alegre, no se de dónde sacaba tanta energía para alegrarnos a todos, inclusive a las señoritas”.
Si le preguntas a cualquiera de los ancianos que conoció a este personaje tan particular, todos responden algo positivo como “era muy chistoso, alegre, siempre estaba feliz, piropero, bueno para andar bailando”, y muchas cosas que sólo lo describen como un agradecido de la vida. Él muy querido por sus compañeros y los trabajadores del lugar, siempre tratando de llamar la atención, a pesar de su triste vida y jamás cabizbajo. Su sonrisa nunca desapareció de su rostro, y esto se debe al apoyo entregado por sus compañeros de hogar y voluntarios del lugar.
Salvador falleció hace 4 semanas, pero dejó una huella irremplazable en el lugar, sobretodo a aquellos que se encuentran diariamente en la fundación, y a quienes la visitamos, nos deja una sensación de optimismo y por sobre todo de encontrarle valor y sentido a nuestra vida. “Ojalá todas las personas fuéramos como él, estoy seguro que nos sentiríamos mucho mejor, yo creo que el Salvador tenía razón cuando decía, hay que reírse más y sufrir menos”, nos dice Pedrito(80), quien admiraba enormemente a Salvador, “el Salvador de sus vidas” como decían algunos de sus amigos.
Por Constanza Matus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario