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Éste blog ha sido creado por estudiantes de Relaciones Públicas, carrera impartida por DuocUC. El objetivo es aplicar los contenidos vistos a lo largo del semestre en el ramo Taller de Redacción
Elegimos Fundación Las Rosas, porque además de ser una de las fundaciones más reconocidas a nivel nacional, consideramos destacable la labor que realiza en el entorno social. Nos resulta conmovedor ver cómo alguien se preocupa por la gente mayor que está erróneamente tan poco considerada en la sociedad. Ofrece calidad de vida a los adultos pobres y vulnerables a los que guía en el camino, pronto a emprender, al cielo.

miércoles, 22 de junio de 2011

Crónica

                                                  La última etapa de la vida.



Una mañana de otoño, en una típica conversación junto a mi familia se hablaba de la injusticia social existente en nuestro país y cómo no se respetaba la trayectoria, la experiencia de el adulto mayor, en ese momento tuve un flash back y recordé cuando era sólo un niño la visita a un hogar de acogida de ancianos, específicamente Fundación las Rosas y lo hermoso y sobrecogedor que fue para mí compartir con ellos un momento de alegrías y emociones múltiples, a pesar que no tenía más de 10 años. Creo que fue aún más emotivo porque nunca tuve la posibilidad de tener abuelos, ya que, lamentablemente murieron antes de que yo naciera. Era algo así como una casona estilo colonial, con un largo y estrecho pasillo en el que se encontraban abuelos, esperando alguna señal de acogimiento o una respuesta a  esa gran soledad que los afectaba. En ese momento de reflexión Carmen que es mi madre y que en su tiempo fue voluntaria para la Fundación me preguntó “¿por qué tan pensativo hijo?” y le comenté lo triste que debe ser para el adulto mayor llegar a cierta edad y sentir que todo lo que ha construido durante su vida se desintegra poco a poco.  En ese instante me retiré de la sala y luego de una larga pero gratificante conversación, me sacudió un fuerte escalofrío por todo el cuerpo, me paré un segundo frente a un cuadro de la toma de bastilla Previa a la Revolución francesa que se encuentra en uno de los pasillos de mi casa, me decidí a llamar a Carolina, una amiga de la vida que siempre está ahí para acompañarme a cualquier locura que se me ocurre y en eso le comenté que me gustaría ir a visitar un hogar de Fundación las Rosas esa misma tarde, a lo que me respondió: “encantada de acompañarte, tu sabes que me fascinan los abuelos” y con una leve carcajada agrega: “además todos vamos para allá y hay que portarse bien desde ahora”.
Saliendo de mi hogar, eran algo así como las 13:30 horas de un día sábado, había un tibio sol que apenas alumbraba, bajando por la boca del metro me encuentro con un ancianito que a mi parecer tenía como unos 80 años de edad y le pregunto “señor, ¿qué hace usted en este lugar pidiendo plata y su familia?” a lo que me respondió “hijo mío a pesar de todo lo que hice a lo largo de mi vida mis hijos me dieron la espalda y me abandonaron, lamentablemente mi mujer murió hace algunos años y para poder sobrevivir he tenido que llegar a esto” se me llenaron los ojos de lágrimas, en ese momento lo único que atine a hacer fue pasarle algo de plata y decirle, “señor es usted una gran persona, sé que algún día la gracia de dios llegara a su vida y le devolverá todo lo que algún día perdió, quizás no lo material, pero le entregara paz y amor” luego de esa pequeña conversación  ingrese  al andén algo descolocado y tomé el carro con dirección Tobalaba.
 Al llegar, subí las escaleras velozmente y veo a mi amiga quien me esperaba  con aquella típica sonrisa que le acentúa sus margaritas,  junto a ella, su tía Josefa quien trabaja como enfermera de la institución, el motivo de su asistencia, era porque ella podía presentarnos a la coordinadora del hogar para que ésta nos mostrara el funcionamiento, y junto a eso que pudiéramos compartir y entregarles un momento de alegría y conversación a los abuelos. Camino hacia el recinto le comente a Josefa, “¿Por qué elegiste trabajar en la fundación y no en una clínica o un centro hospitalario?” a lo que me respondió rápidamente: “sabes Miguel; por la sencilla razón que esto es mi vocación, yo nací para esto para entregar mi talento y conocimientos al servicio de los demás y que mejor que a los abuelos, así brindarles confort  y una calidad de vida aceptable en sus última etapa de vida”.
En eso llegamos al hogar ubicado en calle el bosque sur, a simple vista es una casa muy acogedora con un pasillo amplio, muy calefaccionada en algunas habitaciones, con un piso de madera basane sonoro, avanzando por el lugar nos encontramos con Valeria Montero, Secretaria del establecimiento y voluntaria de fines de semana, una mujer muy entusiasta y un ejemplo firme a destacar. Nos saludó con gran afecto y la primera frase que nos dirigió fue: “es un gusto y un placer enorme que jóvenes como ustedes se preocupen y motiven por ayudar y entregar aunque sean unos minutitos de su vida a estos abuelitos que lamentablemente por una u otra razón se encuentran acá, amparados por la soledad y con la ilusión latente que se les de un minuto de atención, comprensión y cariño”. Le comenté la conversación que tuve con mi familia en la mañana y que eso fue una inyección de motivación para aportar y tratar de doblarle la mano al destino. Nos mostró las instalaciones del lugar en ese momento vi a un abuelo en su mecedora , con una frazada en sus piernas leyendo un libro, me acerqué a él, me presenté y le pregunté: “¿lo puedo acompañar?” a lo que me asintió con su cabeza y una dulce sonrisa. Juan, era un señor muy amable, con muchas ganas de vivir, pero con la sombra del abandono y la soledad que lo embarga día tras día como a muchos abuelitos que lamentablemente se encuentran en la misma situación. Él me comentó que siempre había tenido la esperanza de que sus hijos o familiares más cercanos lo fueran a visitar  “pero por ahora me conformo con la atención y el cariño que me ofrecen y dan en Fundación las Rosas, ya que sin ellos en verdad no sé lo que haría, además como no ser feliz con personas como tú que aunque sea por unos minutos alegran la vida de todos nosotros”.
La tarde que pasé junto a Don Juan  y toda la comunidad de Fundación las Rosas fue inolvidable, fue de esas cosas de la vida que no se pueden explicar y recuerdo la frase de un profesor de enseñanza media llamado Rodolfo Gutiérrez que me dijo: “toda gran sociedad empieza por los jóvenes que la componen”.
Nuestros abuelos, fueron la base y construcción de nuestra  sociedad, y ahora el futuro de nuestra  Nación que somos todos los jóvenes, somos los encargados en los próximos años de cambiar la historia y entregarles a nuestra tercera edad, tranquilidad para que su última etapa sea la mejor de todas. 


Por Miguel Martínez.

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